Rara: Behind the scenes.

Por Txus Garcia

 

Mi #señoraratour primaveral, que inicié en marzo en Barcelona y he finalizado en Madrid, me ha hecho mayor. Con mi maleta rosa, mis plumas y mis plataformas he visitado algunos espacios para entregarme y recitar mis versos espurios. Mi poesía no tiene filiación, ni padrinos ni nadie que la espere. Mi imagen no es la deseable para una poeta; no quedo bien en la foto, no desprendo juventud, lesbianchic ni glamour escénico. A pesar de eso, me ha dado la gana montarme una gira con mi voz de marica rapsoda y mi cuerpo disidente, extraño, gordo, fuerte y machihembrado. Me he lanzado a los leones de un público a veces acogedor, y otras inicialmente hostil. He performado sin red en locales gestionados por personas que organizan eventos. Peligro.

Y me he sentido orgullosamente travesti. Una heredera bastarda de Paco España, ese grande al que se recuerda poco: un corajudo charnego maricón que se dejó la vida entre escenarios, el amor a su Federico y la soledad. Alguien que al final de su vida reclamaba: «Dicen que estoy alcoholizado, pero no es cierto. Amargado, sí. Y bebo algo para olvidar. ¿Quién no lo haría en mi lugar?».
El sentido del humor afilado y la fuerza interior a menudo van de la mano de la huída. El alcohol adormece la lucidez insoportable de la vida. También mi amada Gloria Fuertes confesaba: «Bebo porque la gente no me gusta, / porque a la gente la quiero demasiado; / las cosas cambian y el ímpetu se enferma,(…) / Bebo para acordarme de estas cosas. / Bebo para olvidar que estoy bebiendo.» Y yo he bebido en su honor, en escena y fuera de ella, un largo whiskey con agua y hielo para adormecer mi pánico escénico. El licor protege de los enemigos y limpia el aura. Y he fumado cigarritos puros para conectar, como una santera, con estos espíritus ancestrales del talento, para pedir coraje y expulsar los males.

 

Porque hay que hacer bajar a las ayudas más sagradas para exponerse, salir de la segura cotidianidad y, como me escribía mi querida Brigitte Vasallo, «Cogerse, desnudarse, darse la vuelta, explicar miserias, enseñarse sucia y darnos un trozo de pequeñez, un trozo de nada que es todo. Y esa nada y ese todo están siempre fuera de lugar por definición, siempre desencajado, siempre un poco desenfocado.» Y después de todo esto, salir sin mácula, sin herida y sin temblores es imposible. Supongo que cuando las personas asisten a tu exposición pública no son del todo conscientes de su papel redentor del artista. O como diría Paca Carmona a Lauren Castigo: «¿Tú has has venido a hundirme o a sacarme a relucir?».

Y es que, querido público, son muchas horas de preparación, de ensayos, de medir hasta los más simples actos que os parecen espontáneos, de luchar contra los nervios y el hormigueo (ansiedad) justo antes de lanzarnos al ruedo. Detrás de la mamarracha poética que os ofrezco, hay trabajo. Detrás del trabajo, está la intención de la rapsoda de meteros en vena la poesía, noqueándoos antes con lo queer, lo extravagante, lo risible, patético, deformante, exótico, atrevido, vulgar, deplorable. Humano.

 

En fin, que lo que quería deciros es que en estos fines de semana fuera de mi comodidad, de mi seguridad, de mi pulcro día a día, he podido constatar la belleza de las personas que me han acogido con amor y cuidados. Y el terrible emponzoñamiento del alma de otras tantas que no han comprendido nada. Atesoro recuerdos preciosos en espacios que ya son casa, pero también me duelen otros que me han tratado con suficiencia, desapego e incluso desprecio. Desprecio por lo que no es mainstream, por la fuckin’ diversidad, por la ternura entregada sin preguntas, por la literatura de los juglares y por una bollera de pueblo que se atreve a exponer su fracaso con esa alegría. Evidentemente me he hecho la boba y la mariquita loca para no discutir ni enfadarme porque eso es malísimo para el cutis. La prepotencia con el devenir del tiempo conduce al olvido y a la más amarga soledad de Norma Desmond.

Ya lo sabía, pero ahora he comprendido profundamente la importancia de las redes afectivas. La importancia de buscar la afinidad y siempre disponer de una mano acogedora, que te sostenga y te acompañe cuando estás vulnerable, fuera de casa y vaciándote entera. Porque me hago la mayor y la independiente, pero no. Así que de nuevo gracias a esos seres mágicos, casi místicos, que me han acompañado, ayudado, sostenido, sonreído, invitado a comer, abrazado, besado, aplaudido y animado (en directo o diferido). Personas sin miedo a la dulzura que han creído que esta mamarracha travesti desenfocada que usa palabros en los poemas es algo más que lo que muestra. Alguien rebosante de amor y de verdad que no teme a compartirse.

Me despido con la Fuertes:

«Tápate, Glorita, / tápate, / que los sentimientos / se te ven.»

 

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